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Jueves, 20 de Julio de 2006 15:16

Historia viva de la ciencia veterinaria
El catedrático Francisco Castejón, pionero en la investigación fisiológica del toro de lidia, repasa sus experiencias y la actualidad de la raza en Corduba 06

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Hace casi 60 años desde que el profesor Francisco Castejón Calderón sacase adelante su Cátedra de Fisiología en la Facultad de Veterinaria de Córdoba. Hace 40 años desde que este profesor, convertido en el primer rector de la UCO en 1972, coordinara el primer y único estudio sobre la bravura de los toros con implantación de electrodos intracerebrales. Y hace apenas unas horas que este profesor ha vuelto a dar una magistral lección de ciencia en el II Curso del Toro de Lidia de Corduba 06.

Entre comparaciones de viejos y modernos Miuras, de joselitos, belmontes, manoletes y ponces, Castejón ha repasado las diferencias entre la lidia de ayer y hoy desde un punto de vista estrictamente científico, aunque no escaso de anécdotas y comentarios. El profesor ha recordado cómo a principios de los sesenta un equipo de científicos, liderado por el profesor Rodríguez Delgado, afincado en EEUU, confirmaron experimentalmente dónde se encuentran los centros motores de la agresividad y de la mansedumbre en la corteza cerebral de los toros de lidia. Para ello contaron, según ha recordado Castejón, con la ayuda de un ganadero, Ramón Sánchez Rodríguez, que cedió su finca, su personal y un ejemplar, que se sumó a los 4 bravos y 2 mansos adquiridos por el Ministerio de Educación para el primer y único proyecto en la historia que se ha introducido de aquella forma en el cerebro de los toros.

La agresividad es innata al toro bravo, pero no es más que la respuesta a un estímulo de peligro, que tiene una respuesta somática caracterizada por la subida de adrenalina, o una expresión de la conducta predadora, caracterizada por la subida de aceticolina, pero que mantiene al animal más tranquilo. "Como a un gato que espera agazapado a que salga el ratón". La diferencia hoy, según aclara Castejón, es que en los años 40 y 50, el estímulo era el torero y ahora el capote. Ese distinto comportamiento radica en la selección genética y el entrenamiento que han ido realizando los ganaderos con la ayuda de los investigadores hasta conseguir un toro que no mira al torero y que sólo embiste al capote. La diferencia hoy, ha explicado Castejón "es que no hubiera pasado aquello que pasó cuando un ganadero Miura recibió la noticia de que Joselito había tocado las orejas de uno de sus toros. Entonces ordenó matar a la vaca". No valían los mansos, cuando los mansos eran como los que hoy saltan a la plaza y permiten al torero escapar si tira la muleta o el capote.